Anónimo

by Julen

Imposible. Anónimo, no sabes quién soy. Es una ilusión que quiero mantener pero ya sé que es imposible. Quizá por eso renuncié a esa clase de juego. Elegí otra actitud, en las antípodas. Pero nunca llego a estar convencido de que me va bien. Siempre queda la tentación de intentar diluirme, hasta donde sea posible, entre tanto ser humano. ¿Quién soy? ¿Quiero que sepas quién soy?

Pienso, por ejemplo, en el modo incógnito. Sí, eso que se supone nos ofrecen los navegadores. Hace mucho tiempo que lo saben todo de nosotras. Saben porque nos vigilan monitorizan. Lo hacen por nuestro bien. Cuanto mejor nos conocen, mejor es su servicio. Es una regla muy simple. Eso sí, permiten el modo incógnito para que construyamos una ilusión de privacidad. Solo eso, una ilusión.

El anonimato cayó por el sumidero de lo imposible. No hay forma. Somos digitales, estamos en pleno siglo XXI. La huella digital es cada vez más alargada. De hecho, empieza a sobrepasarnos. Somos más huella digital que ninguna otra cosa. Somos rastreables, somos sujetos de investigación, somos materia prima. Es lo que hay. Prueba a meter la cabeza bajo tierra. Siempre nos queda el pataleo. Ahí abajo no sabes que no somos anónimos. Toda una declaración de intenciones: juega con tu yo niño y diviértete.

Y pasa el tiempo para llevarse por delante cualquier posibilidad. Han desaparecido, no hay plan B. Solo aquello de que «de ilusiones vive el tonto». Es un consuelo. Es esta inmensa tontuna en la que nos han depositado podemos jugar a pensar que la realidad es otra. Esa habilidad sigue sirviendo para escapar. El techo de cristal te deja ver el cielo. El techo de cristal siempre deja ver quién eres.

Imagen de carrrot en Pixabay.

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