No, yo no quiero la desconexión digital

by Julen

La omnipresencia de tecnologías a nuestro alrededor es evidente. Hace ya muchos años Lawrence Lessig dijo aquello de que no había interruptor para desconectarse de Internet. Lo normal es la conexión. Usamos tecnología porque progresamos, porque somos humanos. Pero la profusión actual de dispositivos y los intereses de las grandes compañías para que los usemos más y más en su beneficio proyecta siempre una sombra de sospecha sobre si esa conexión digital 24/24 nos conviene. Nuestra salud mental parece peligrar por un uso desbocado de las tecnologías digitales.

Así que la desconexión digital gana enteros como derecho. En la actualidad, de hecho, ya disponemos de una ley de desconexión digital que debería garantizar que las jornadas laborales no vayan más allá del límite temporal acordado entre las partes. Existe, por tanto, un horario para el trabajo y un horario para nuestra vida. Son dos categorías bien diferenciadas: o trabajas o no trabajas. Y si trabajas, conexión digital; en cambio, si no trabajas, desconexión digital. Pero, claro, ya te estarás dando cuenta de que no es tan sencillo.

La conexión digital hace mucho tiempo que saltó del entorno laboral a nuestra vida en general. La explosión del uso de las redes sociales en Internet ha cambiado las reglas del juego. La producción de contenido digital, que en su tiempo fue algo más o menos de frikis y tecnófilos, hoy se ha convertido en moneda de uso corriente para la inmensa mayoría de la población. La Administración Pública interactúa con la ciudadanía cada vez más a través de medios digitales, el dinero físico se sustituye por otro con soporte digital, la vida en general se digitaliza. Ya no se trata del trabajo; todo en general se ha digitalizado. Y no parece que la carrera se detenga.

En ese frenesí emerge la necesidad de desconexión. El exceso genera estrés y hay que defenderse de esa invasión inmisericorde de contenidos digitales. Con el smartphone a la cabeza, somos carne de cañón para sufrir un bombardeo constante. Las ventajas de ahorrar costes y acceder en el momento necesario a la información necesaria hacen que lo digital vaya reemplazando a la oferta tradicional de contenidos analógicos. Como quiera que en muchos casos no hay una segunda opción, lo digital se impone. No puedes hacerlo de otra forma.

El caso es que cuando alguien dice necesitar la desconexión digital es porque no está siendo capaz de encontrar las dosis adecuadas de conexión. Porque, ¿de verdad tiene sentido la desconexión digital? Soy de los que piensa que cada vez menos. Lo que, por supuesto, tiene pleno sentido es un uso consciente, reflexivo y en su justa medida de la conexión digital. Yo no quiero renunciar a estar conectado porque veo las ventajas que hoy implica. Respeto, como no puede ser de otra manera, a quien quiera desconectarse. Pero, insisto, para mí el problema es otro: tiene que ver con la forma en que se vive la conexión.

Prefiero no pensar en todo o nada. Prefiero una conexión que se va modulando con el tiempo, a veces con más intensidad, a veces con menos. Pero no veo la desconexión. No sé qué me aporta. No siento ningún tipo de descanso especial por no hacer uso de la conexión. Es más, veo muchos inconvenientes en la desconexión. Inconvenientes que no quiero sufrir porque no me siento especialmente invadido mientras estoy conectado. Eso sí, tengo que decidir de qué forma me conecto, utilizando qué tipo de aplicaciones y sintiendo que llevo las riendas de mi conexión. No me puedo permitir el lujo de delegar en terceros. Es a mí a quien compete la gestión de mi conexión digital.

Como decía, soy consciente de que a mi alrededor puede haber gente que lo lleve mal. La adicción a las redes sociales en Internet es una realidad que no conviene enmascarar. Es un problema, como cualquier otra adicción. La ingeniería social para que consumamos más y más, para que produzcamos más y más, para hacernos dependientes de likes y seguidores es una realidad demasiado evidente como para negarla. Pero no creo tanto en la desconexión como en la conexión consciente, con sus límites, con sus momentos valle para relajar. ¿Necesitas la desconexión digital?, ¿te sientes con tanto estrés como para preferir el otro lado?

Imagen de Jorge Guillen en Pixabay.

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4 comentarios

amalio rey 10/09/2020 - 12:11

Te comparto mi opinión que difiere, creo, en algunos puntos. El primero: tengo clarísimo que la conexión digital 24/24 no nos conviene. Con perdón de Lessig, sí hay interruptores para desconectarse de Internet, y entender que los hay es parte del cambio mental que hay que hacer. Creer que no los hay es parte del problema.
“Lo digital se impone. No puedes hacerlo de otra forma” => ¡¡claro que puedes hacerlo de otra forma!! Pero, a ver, no me queda claro a qué llamas “desconexión digital”: ¿total, parcial, definitiva, temporal? Cuando yo hablo de eso, me refiero precisamente a gobernar, empoderarme, en mi relación con lo digital, con esos interruptores de Lessig. Eso significa (ya sabes lo que pienso) poder establecer tiempos blindados de lo digital, en los que todo lo que haga sea analógico. Sip, me desconecto de lo digital por unas horas o por días, sencillamente porque me hace bien o porque necesito poner mi atención en un mundo que pueda gestionar yo, sin interferencias a distancia.
Para mí tiene todo el sentido del mundo la “desconexión digital”, tal como la entiendo yo. De hecho, creo que estamos hablando de lo mismo, porque yo entiendo por eso precisamente “ser capaz de encontrar las dosis adecuadas de conexión” y eso significa, obviamente, “desconectarme” (OFF) cuando quiera, el tiempo que quiera, y conectarme (ON) cuando lo necesite y me apetezca. Conseguir “dosis adecuadas” implica por definición hacer uso de la “desconexión”, sino estaríamos “always on”.
No ves la desconexión. Sé que en eso pensamos distinto. Yo la veo en modo “continuo” pero también “discreto”, binario. Veo perfectamente el segundo enfoque que, como sabes, me parece muy saludable. Sería largo conversar sobre cuánto de saludable es tu modo “modulado” si descarta de plano la desconexión “blindada” por horas o días como una posibilidad. Me sorprende, además, que digas esto: “no me siento especialmente invadido mientras estoy conectado”. Me sorprende de verdad porque serás la única persona que yo conozco que consigue vencer a la “adicción por diseño” que montan los GAFAs. Yo, honestamente, no puedo, y como soy consciente de mi vulnerabilidad (la mía), planteo la opción del blindaje temporal.
En resumen, no me imagino una “conexión consciente” que no contemple, dentro del menú de opciones, la desconexión digital, como mínimo temporal. Pero bueno, sé que si lo dices es porque así lo vives. Ninguna duda con eso, solo que me cuesta entenderlo 🙂

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Julen 16/09/2020 - 06:15

Ya sé, Amalio, que respecto a este asunto opinamos diferente. Entiendo tu punto de vista, no creas. Y no es que no sea consciente del circo en el que vivimos con las grandes compañías que nos ofrecen «servicios digitales» chupándonos la sangre. Pero me siento parte de este mundo que hemos construido y tengo que llevarme bien (hasta donde sea posible) con lo bueno que nos trae. Desconectar, si te hace bien, perfecto. No soy quien para decirle a nadie que algo que le va bien deje de haceerlo. En mi caso, en cambio, creo sentirme bien con una conectividad consciente, regulada (autorregulada hasta donde sea capaz).
Este año voy a estar un poco más cerca de la formación en competencias digitales que se lleva a cabo en la uni. A ver si somos capaces de crear esta inquietud entre alumnas y alumnos que vienen con la conexión como estándar.

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