Busca tu dosis adecuada de ineficiencia

by Julen

A veces me parece que vendemos un exceso de eficiencia. Me refiero a maximizar algo que, como humanos, termina chocando con nuestra naturaleza imperfecta. No sé hasta dónde conviene presionar para seguir en el «más y más» porque a lo mejor resulta que nos convencen de que no hay techo y siempre lo podemos hacer mejor. Es un discurso bastante interiorizado en muchas organizaciones: la excelencia debe conducir a un nivel de gestión de tal calibre que allí se vive (casi) en exclusiva para que cada acto, cada tarea, cada micromovimiento, tenga que ver con la eficiencia. No hay que menospreciar los beneficios que entraña la imperfección.

Supongo que es difícl decir que no debemos hacer las cosas cada vez mejor. La mejora continua (y su versión más cool, la innovación radical) necesita alimento permanente. Continua es continua, como fútbol es fútbol. Vamos, que no hay mucho que discutir, según parece. Como empresa, hay que pelear día sí y día también por ganar al vecino. El mercado trae consigo estas reglas y las coges o las dejas. No hay vuelta atrás, necesitamos organizaciones excelentes y personas con talento para llegar hasta su límite y más allá.

Sin embargo, me da la sensación que en esto de la eficiencia hay un punto tras el cual deja de merecer la pena continuar con la misma dinámica. Creo que, como decía, nuestra imperfección necesita momentos de pereza, líneas de fuga a través de las cuales reconocernos no ya como máquinas capaces de no cometer error alguno, sino como seres que no quieren ser precisamente lo que las máquinas ya son. De ahí que me permita jugar con el título de este post: busca tu dosis adecuada de ineficiencia. Te hará bien. Eso sí, tienes que llevarte dignamente con ella.

Pudiera ser, no obstante, que en una organización no se te permita este desliz. Tendrás que ser hábil para ver cómo manejas esta incoherencia con el supuesto sentido excelente que toda empresa parece buscar. Cuando, como yo, trabajas de consultor artesano, es más fácil porque asumes desde el principio que vivimos de esta curiosa mezcla entre momentos excelentes y otros que nos hacen aterrizar con nuestras incompetencias.

Quizá desde fuera cuando alguien me vea, por ejemplo, con mis rutinas de bandeja de entrada de correo vacía, escritorio limpio y otras prácticas de 5S digitales pueda pensar: mira este, si parece un robot. Mi ineficiencia no tiene que ver con esto, es evidente. Por ahí gano la partida de la productividad. De la misma forma que lo hago con mis costumbres de levantarme muy temprano porque ahí es donde encuentro frescura y neuronas receptivas. Pero, claro, todo esto tiene un anverso de la moneda. Sí, a mí también se me va la pinza a veces más de lo que quisiera y comienzo a divagar con esas miles de cosas que captan mi atención y que me desvían de lo que había comenzado a hacer.

No quiero ir mucho más allá. Simplemente reconocer que conviene tolerar cierta ineficiencia. Somos así. ¿No te parece? Ten cuidado en no caer por la pendiente de querer ser lo que las máquinas son.

Imagen de Ulrike Leone en Pixabay.

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2 comentarios

Gotzon 07/07/2020 - 08:30

O ten cuidado de que no se apodere de ti la ineficiencia (que siempre es más fácil) y caigas por la otra vertiente de la montaña… Busquemos el equilibrio entre las dos.

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amalio rey 09/07/2020 - 07:57

Puff, bendito problema es el que tienes tú: «reconocer que conviene tolerar cierta ineficiencia». A mí déjame primero a ver cómo reduzco mi ineficiencia, que es excesiva, porque seguro que no me paso nunca en la intolerancia 🙂

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