Prisas

by Julen

Prisas, presión, para ayer, para ayer, ya tenía que estar terminado. La paciencia de despeñó y nos dejó a las puertas de la ansiedad. Imposible decir que no, todo cuenta, todo vale. Nos lo meten por los ojos. Estudian nuestro comportamiento, saben lo que queremos, antes que nosotras. Y lo quieren hacer ya. Y quieren que lo hagamos ya. La cantidad importa y también importa que sea para ya. Siempre adelante.

Más con menos. Con menos tiempo, claro. El santo grial de la competitividad exige sacrificios. Nos han robado el tiempo. Mientras nos decían que nuestras vidas serían cada vez más longevas, nos engañaban por la puerta de atrás: nunca os dará tiempo a hacer todo lo que queráis hacer. Así que no hay opción, solo la de correr, la de llegar antes. Y, claro, después de cruzar la meta, seguir corriendo. Imposible parar.

Las prisas juegan y ganan. Apuestan todo al negro y se llevan el triunfo de calle. Por el camino quedan seres humanos que no entienden muy bien qué fue lo que falló. Tenían las mejores herramientas, habían aprendido y conocían bien el guion. ¿Por qué entonces esa sensación de seasosiego? Porque no hay momento que valga para detener la máquina, nadie sabe cómo desconectarla. Nos explicaron cómo hacerla funcionar, pero nadie nos dijo dónde quedaba el botón de Stop.

Y aquí seguimos, en una carrera que sabemos que vamos a peder. Porque siempre hay alguien que se lo ha creído todavía más que tú y que yo y que ha consagrado su vida a la velocidad. Llegará primero, quizá sin saber muy bien por qué, pero llegará primero. Las prisas son su compañía. Inmediato, sin espera alguna. El tiempo aniquilado. Mientras, en algún lugar, los rezagados del progreso se preguntan por qué allí todo va más despacio. Son los perdedores. Se supone.

La imagen es de Michael Pardo en Flickr.

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