No puedo quedar porque no sé qué tendré dentro de dos meses

by Julen

Siempre he pensado que es mejor vivir anticipándose al futuro. En realidad, es muy simple. Se trata de tomar conciencia de que lo que está por venir depende de nosotras en su inmensa mayoría. Claro que esto lo digo desde la comodidad del primer mundo en el que vivo instalado, una lotería que me tocó al nacer y que quizá valoro menos de lo que corresponde. Desde mi perspectiva, me siento con la capacidad real de decidir bastante acerca de mi futuro. Vaya lujo, ¿no?

Quizá por esto no soy capaz de entender que alguien me diga que no sabe si puede quedar o no dentro de dos meses. Insisto, hablo de un contexto laboral y de unas vidas más o menos predecibles. Y acepto que en nuestras vidas se dan acontecimientos que lo ponen todo patas arriba. Suelen ser excepcionales, pero haberlos, haylos. Ahora bien, en el 95% de las ocasiones estos movimientos sísmicos no nos suelen afectar.

A lo mejor habrá quien diga que soy un cuadriculado y que miro al futuro como algo predecible cuanto lo que vendemos es la incertidumbre, el caos y todo lo se agrupa en entornos VUCA. O sea que se nos llena la boca de cambio, cambio y cambio y viene aquí este retrógrado a decirnos que su futuro es predecible. Ya te estás explicando, Julen, que algo no cuadra en esa argumentación.

Creo que hay que distinguir entre dos horizontes, uno de planificación y control, y otro –que no depende de nosotras– en el que aceptamos la impredecibilidad del futuro. Pero estos dos planos no tienen por qué no poder convivir. Además, el segundo no tiene por qué «comerse» al primero. Vivimos también en horizontes de certidumbre a los que, en mi caso al menos, no quiero renunciar. Me proporcionan la seguridad de que causas y efectos tienen bastante que ver.

¿Por qué he estado en la isla de El Hierro desde el día 25 de enero hasta el 2 de febrero? Porque hace bastante tiempo bloqueé esa semana en mi agenda, cogí los vuelos (normalmente a buen precio si lo haces con tiempo) e hice las reservas en el alojamiento correspondiente. Mentiría si no dijera que en algunas ocasiones los planes no han salido. Forma parte del juego. Lo acepto y eso no invalida la mayor: han sido excepciones. Normalmente lo que planifico sale adelante.

Todo tiene que ver con anticiparse a los deseos del azar. Por supuesto hay que emplear energía para que las profecías tiendan a su autocumplimiento. Lo primero es el objetivo, es quererlo y tomar las decisiones correspondientes. Hace falta concatenar una serie de acciones para que el futuro se corresponda con la previsión. Es evidente que, sin una lógica de dedicación al objetivo, las probabilidades de que se haga realidad caen en picado. Nadie regala duros a cuatro pesetas.

Por eso cuando alguien me argumenta que no sabe si puede quedar dentro de dos meses, porque no sabe lo que será de su vida, me rebelo. Conste que si la persona en cuestión disfruta de esa incertidumbre, el problema sería menor. Lo es, desde luego, si tienes que trabajar con ella. Será cuestión en tal caso de ir perfilando acuerdos mínimos y de introducir sentido de realidad en la colaboración establecida. También así vamos aprendiendo. Pero muchas veces percibo más ansiedad de la que sería deseable cuando alguien te dice que no sabe si podrá quedar. Parecería que algo externo gobierna su vida y que no tiene capacidad de plantarle cara.

Entiendo también que los seres humanos somos diversos. Habrá quien se lance de bruces y disfrute del imprevisible mundo que se nos explica convenientemente desde cualquier charla TED. El estándar es el cambio y la incertidumbre. La planificación no vende. Yo mismo lo he escrito en muchas ocasiones. Es una cara de la moneda con la que te topas de vez en cuando. La casualidad suele gobernar parte de nuestra existencia porque somos almas inquietas que nos movemos constantemente y no hacemos sino acudir a mil y una estaciones para ver si pasa algún tren interesante. Y a veces pasa. Y a veces lo cogemos. Sí, porque fuimos, una vez más, a la estación. Pero hay otra forma de disfrutar del presente y del futuro y tiene que ver con desplegar control sobre (parte de) él.

Mi agenda tiene bloqueadas dos semanas en abril. Es mi tiempo e intento que le gane la partida a la incertidumbre. Es posible que en breve me ponga a planificar actividades de julio y agosto. Me gusta proyectar el futuro. Sobre todo cuando veo que parte de mi bienestar tiene que ver con anticipar momentos en que disfruto. Hace tiempo que vendimos otro paradigma para nuestra actividad profesional. Vendimos vientos y recogemos tempestades. Vendimos incertidumbre y recogemos ansiedad. Pero no todo está perdido. En gran parte, la previsión de nuestro futuro tiene que ver con la asertividad. ¿A qué dices que sí y a qué dices que no?

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2 comentarios

Juanjo Brizuela 08/02/2020 - 13:07

Suscribo.
Y he de aplicarme.
Firmado: el «anarka».

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Julen 11/02/2020 - 16:01

Jeje, lo primero son las ganas de enmienda.

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