Palabras incendiarias

by Julen

Nunca fueron fáciles de domar. El tiempo se encargó de proporcionar más fuerza si cabe a su carácter indómito y salvaje. Eran palabras incendiarias, el último recurso cuando la agresión se había consumado mil y una veces. Frente a la barbarie y a la sinrazón de quienes miraban desde el poder, palabras incendiarias. Al principio todo parecía normal, pero poco a poco comenzó la transformación. Y hubo que recurrir a la fuerza del argumento.

Vivían al límite, recluidas la mayor parte del tiempo en sus escondites. Se reconocían mutuamente y solían viajar juntas, muy cerca unas de otras. Conformaban un ejército heterogéneo pero se sabían con el poder de la convicción. Entrenaban a oscuras, fuera de los focos mediáticos. Quedaban de vez en cuando, ensayaban, elevaban el tono y se lanzaban directas hacia las conciencias. Todo en un campo de batalla distinto del de bombas y morteros.

Formar parte del club no era fácil. Sin embargo, los tiempos obligaban a actualizar la tropa. Se unían en pequeñas unidades de guerrilla que peleaban entre sí de vez en cuando por llegar al imaginario colectivo. Sabían que no podían alejarse mucho de la comprensión fácil. Su poder viajaba desde la contundencia de la expresión hasta la conexión emocional. No eran unas palabras cualesquiera; eran las palabras de la revolución.

De vez en cuando miraban más allá de sus dominios. Porque más allá de las fronteras del lenguaje, otros idiomas disponían de élites similares. Intentaban entonces establecer comunicación. Las traducciones volaban y ellas se dejaban contaminar con gusto. El fin lo justificaba. Su misión, lejos de la simpleza de la fuerza bruta, se elevaba hacia otra dimensión. Eran palabras incendiarias, palabras destinadas a subvertir el orden establecido. Pero palabras a fin de cuentas.

Imagen de Sarah Richter en Pixabay.

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