Bueno, ocho días de MTB como ocho soles. Porque así ha sido: hemos disfrutado de ocho días de cielo despejado al amanecer y apenas alguna nube despistada de vez en cuando el resto del tiempo. Algo nada habitual para esta zona y en esta época del año. Algo de fresco -en función de la altitud- a primera hora del día y luego a disfrutar de una temperatura ideal para pedalear. Eso sí, a las seis de la tarde del sábado, día en que terminamos la ruta en Viladrau, cayó una granizada bien hermosa. Pero eso fue cuatro horas después de acabar. Suerte que tenemos.
En fin, vamos allá con un balance de la ruta en forma de recuerdos que creo explican bastante bien qué tal nos ha sentado. Esta ruta alberga en un territorio no demasiado extenso una tremenda variedad paisajística, de terrenos y de posibilidades. Quizá estos diez recuerdos sirvan para dar fe de ello:
- Los bosques que rodean Olot. Las distintas fagedas que atravesamos y el terreno volcánico recubren de un manto mágico toda esta zona. Recuerdo el eco de las voces allí dentro y cómo el laberinto de pistas y caminos parecía envolverte en un pedalear diferente.
- El verde intenso de los caminos junto a los canales en el Parc Natural de Aiguamolls de l’Empordà. Los caminos en forma de túneles entre los árboles se teñían de un verde intenso y brillante. Pedalear era avanzar por una tierra llana,
pegada a la costa y repleta de agua para servir de cobijo a multitud de aves. - Las vistas de las cumbres nevadas de los Pirineos, que durante buena parte de la ruta servía de faro para encontrar el norte. A ratos parecían desaparecer pero de repente al cambiar de rumbo, ¡zas! allá que emergían poderosas, con el Canigó como punto destacado. Y si los Pirineos blancos buscaban nuestra mirada no lo era menos el Pení, monte de la sierra de Rodes sobre Cadaqués donde se encuentra una base militar con un radar y muy cerca del cual está la Masía Perafita.
- Y si cito la Masía Perafita es porque las anchoas y el atún de Can Rafa, de la familia Martin Faixó, en Cadaqués fueron un manjar suculento. Verdaderamente recomendable dejarse caer por este restaurante porque entre tanta oferta a veces es complicado distinguir la calidad.
- Los pueblos medievales de Peratallada, Pals o Monells cautivan e incitan a moverse por ellos despacio apreciando cada piedra, cada arco, cada edificio. Si bien se corre el riesgo de morir asaltado por la marabunta de turistas, merecen la pena. Bien a primera hora de la mañana o, mejor aún, a última hora de la tarde-noche, son lugares en los que reposar el alma.
- Las suaves colinas a la salida de Girona donde el sol de primera hora del día jugaba con los colores de los campos de cereal: el amarillo de la colza o el verde de la cebada y el trigo. Junto a ellos, bosques de encina y roble y al fondo, como siempre los Pirineos nevados. Todo ello por unas carreteras realmente tranquilas.
- El contraste entre la tranquilidad de los caminos rurales del interior y la marabunta turística de costa. Alcanzar la desmesura de la costa el día de Viernes Santo asaltada por miles y miles de seres humanos en busca de un pedazo de sol o de lo que sea, resultó revelador. Lloret de Mar, pero también Blanes o Calella se convirtieron en contrapunto para quienes pedaleamos normalmente fuera de las vías concurridas.
- Y hablando de ciclismo, un recuerdo que me queda de la ruta son las muchas mujeres practicando bici de carretera. No es algo a lo que esté tan acostumbrado por esta parte del sur de Islandia y quizá por ello se me quedó en la retina. También hay que decir que en muchas ocasiones teníamos la impresión de que eran chicas extranjeras, del norte de los Pirineos, y no tanto autóctonas, pero a fin de cuentas resultó una grata experiencia.
- La subida a Sant Andreu de Guitarriu desde Montagut pasando por el puente medieval sobre el Llierca y continuando por Sadernes resultó muy bonita con este premio final en forma de iglesia románica. El entorno transmitía paz y arriba, después del esfuerzo, llegó la recompensa.
- Dejo para el final el Hotel Bofill de Viladrau. Una lástima que no pudiéramos pernoctar allí pero seguro que llegará el día en que lo haga. Un lugar mágico, con historia, inaugurado a finales del siglo XIX y donde se respiraba un estupendo ambiente. La burguesía catalana lo utilizó por las reputadas condiciones del entorno para sanar enfermedades respiratorias y hoy queda como un edificio histórico a mantener y poner en valor.
En fin, no ha habido caídas ni incidentes mecánicos dignos de mención, ningún pinchazo. A destacar el buen ánimo de Alberto que, sin estar entrenado, ha sobrellevado perfectamente la ruta, a su ritmo y sabiendo dosificar bien los esfuerzos. En lo negativo si acaso el encuentro con el propietario cafre de la granja llegando a Sant Pere Pescador. Un punto negro en la ruta, pero nada comparado con el conjunto. Muy recomendable, de verdad, la #VoltaGironaMTB. Hay que agradecer a quienes han sido capaces de hilar los tracks para componerla y publicarla en Wikiloc de tal forma que cualquiera la pueda disfrutar. Moltes gràcies.
5 comentarios
Me alegra leer que os fuera de maravilla y que pedalearais por entornos tan bonitos. Otra muesca más a la mochila cicloturista, que para esta ocasión parece nueva.
Buen sitio este de Girona para pedalear, Juan. Claro que vaya diagonal tenéis que hacer para acercaros jejejeje
Te he seguido con interes. Todo eso que cuentas me recuerda mucho el proyecto que hice en la Comarca de la Selva, #HibriturSelva, en el que tan bien me lo pase. Varios de esos sitios me suenan. Eres un campeon devorando kilometros
Sí, mira que esto de dar pedales y hacer kilómetros le sienta bien a mi estado de ánimo. Lo disfruto que no veas. Ya ando pensando en la siguiente. Casi seguro que internacionalizamos la ruta jejeje. Ahhhh, y no me olvido de Cuba, no creas.
[…] añadiré tres reflexiones más. La primera vino relacionada con su última escapada en bici que aunque no la hablamos en el ámbito que a continuación se señala, tiene también todo su […]